30 de septiembre de 2015

Despojándome de todo y convirtiéndome en Nada


Solamente queda la nada
                                                                                                                                                                                                                                                              Hoy es uno de esos días en los que la vida, me ha mostrado una de sus desagradables caras.
              Hoy es uno de esos días en que he confirmado que las personas, pueden llevar durante años una falsa máscara de bondad, con la que engañan a todo el mundo y con la que todos nos dejamos engañar.

              Pero, en la vida, hay momentos en que las caretas se caen. Los actores dejan de actuar y la fachada desaparece para descubrirnos quiénes somos en realidad.

               Quizá sea un tópico, pero así sucede. Quizá el irnos despojando de trozos de nosotros mismos, a lo largo de nuestro camino, sirva para enseñarnos a no tropezar dos veces con la misma piedra, o, por el contrario, a tropezar tres o cuatro veces y no rendirnos. Sea cuál sea el camino que escojamos, lo cierto es que alguna lección hemos de aprender.

          Aprendemos a reír, a llorar, a compadecernos y, sobre todo, aún con dolor, aprendemos a apartarnos de todo aquello que nos hiere y nos daña. En ocasiones, necesitamos de un período de reflexión que nos haga entender, quién fuimos, qué dimos, qué sacrificamos y si ello sirvió para algo o no.

             En este momento he aprendido que todos mis sacrificios, mi trabajo, mi tesón en luchar por un propósito, han sido infructuosos pero, no por ello considero el tiempo invertido como perdido; es más, si algo he aprendido es a seguir luchando por las cosas en las que creo, por todo aquello que quiero y en que, solo apoyándome a mí misma, queríendome y ante todo respetándome, podré lograr todo aquello que me proponga.

              He decidido despojarme de orgullos, odios, vilezas y venganzas. He decidido despojarme de personas tóxicas, dañinas que nunca están cuando se las necesita, pero sí están cuando tienen algo que obtener de tí. Se acabaron los altruismos inmerecidos, la compasión absurda y el dolor.

           Si algo he aprendido es a convertirme en la "Nada". Vacía de todo aquello que me infiera algún tipo de sufrimiento o vacío. De cualquier sensación de pérdida o desolación. Me tengo a mí misma, a mis hijos, que son mi mundo y mi motor, como ya os he dicho muchas veces, tengo una familia y un hogar en ellos, donde siempre soy bienvenida, con mis defectos y virtudes. Por tanto, lo demás no importa. Tengo lo que es necesario para existir: el amor de los míos y a mí misma. Con eso, para mí, es suficiente.

22 de julio de 2015

Un nuevo comienzo

    Es curioso el modo en que, en ocasiones, la vida, nos hace tomar caminos que, un tiempo atrás, jamás habríamos imaginado.

    Es curioso el hecho de que, a veces, uno nunca sabe verdaderamente lo fuerte que puede ser, hasta que esa es la única opción que le queda; echar mano a una fortaleza que se creía perdida, para luchar por algo que es más importante que uno mismo. 

    No soy una persona decidida; no soy de tomar decisiones a lo loco, es más, cuando las decisiones que puedo tomar afectan a los demás, tardo mucho en tomarlas, las medito, las maduro y, finalmente, las tomo. Aún así, nunca se está al cien por cien seguro de que, la decisión tomada, sea la adecuada, porque, sea la que sea, siempre hay alguien que sale lastimado.

    Pero esta vez es diferente. Esta vez he tomado la determinación de decidir. Decidir YO. Y, por fin, asumir las consecuencias de mis propias decisiones y no responder  de las equivocaciones de los demás. 

    Tengo derecho a equivocarme, tengo derecho a ser feliz, y, si esto último no es posible, al menos, tengo derecho a vivir una vida tranquila
; una vida dedicada a lo que más quiero en este mundo que son mis hijos.

    No soy perfecta, tampoco lo pretendo. Tengo defectos, quizás demasiados, pero, haciendo un repaso exhaustivo de mi vida, creo que ha llegado un momento en el que, para bien o para mal, he decidido parar. Apearme del tren en que hace años subí y tomar una dirección diferente. No sé si esa dirección va destinada a una vida mejor o no, pero al menos será la vida que yo haya  escogido. Lo que viva, será consecuencia de las decisiones que yo tome, de los problemas que se presenten y la salida que yo les busque. Porque ha llegado el momento de reencontrarme conmigo misma. Con esa Patricia que, un día, sin darse cuenta, la vida se comió y cuya misión era  vivir sólo para los demás, para solucionar los problemas de otros, y que se fue olvidando de sí misma, hasta el punto de desaparecer.               

    Ahora quiero volver a ser yo, la Patricia independiente, valiente y decidida que un día fuí. Una Patricia que está dispuesta a todo por ver feliz a sus hijos, pero que también, aunque sea en un segundo plano, está dispuesta a encontrar el camino que la haga feliz. 

    No sé qué me espera tras esa puerta que acabo de abrir, sólo sé que estoy dispuesta a enfrentar lo que venga; que tengo ganas de luchar, de pelear, de vivir. No me puedo permitir flaquear ni una sola vez, porque hay dos personitas que me necesitan entera, serena, tranquila. Ellos son mi motor, los que me hacen seguir cuando me abandonan las fuerzas, cuando la esperanza se apaga. Los miro y pienso que, el hecho de tenerlos, ya es el mejor regalo que la vida me haya podido dar.  Venirse abajo está terminantemente prohibido.

   Lo mejor de todo, saber que en este nuevo comienzo no estoy sola. Una vez más, mi familia está conmigo; mis padres, como siempre, incondicionalmente, mi hermano y mis amigas. Sin ellos todo sería mucho más complicado, pero siempre están ahí, con la palabra justa o el abrazo oportuno y, por ello, también me siento afortunada.


    Así que aquí estoy, en el punto de salida, iniciando un camino con un final inimaginable, inesperado, pero que, aunque me está resultando difícil, estoy dispuesta a recorrer sin ningún tipo de venda en los ojos.

    



22 de mayo de 2015

Y, tontamente




    Y, tontamente, creyó que podría cambiar algo en su interior. Que le daría la fuerza suficiente, que le transmitiría tan sólo con una mirada su propia fuerza interior, para que fuera consciente de que, los sentimientos no necesitan expresarse con palabras.

   Quizá la esperanza fue el mayor de sus errores; lo bueno es que nunca exteriorizó nada; nunca dio a conocer sus verdaderos sentimientos, lo que, realmente, le hacía sentir como persona. Que le hacía recordar quién había sido alguna vez.


    Quizá ese fue su mayor acierto, no revelar sus cartas, al menos, no todas. Porque quizá le hubiera dado un inmenso poder sobre sus puntos débiles. 

    Y, tontamente, se creyó alguien diferente a lo que había conocido hasta ahora, alquien que podría cambiar su forma de ver la vida; de darse cuenta de que existen personas quieren sin egoísmo alguno.
Pero, a fin de cuentas eso era su problema; dejaba rota por el camino, a la única persona de cuántas le rodeaban que le quería sinceramente, Que le era leal hasta la muerte, que jamás le traicionaría.

    Quizá algún día se de cuenta, pero, para entonces,  ya será demasiado tarde

7 de mayo de 2015

Gracias a la vida


    Y la vida, abrió hueco a lo desconocido; a un mundo en el que volvía a su ser; a su verdadero yo, a la persona que yacía olvidada en lo más profundo de su alma.

    Sin esperarlo, apareció, quizá fue el momento, las circunstancias tal vez, la madurez llegó de repente, cuando se dio cuenta de que también merecía sus momentos de felicidad; aquellos que sólo le pertenecían a ella y a lo más íntimo de su ser; aquellos que, sólo a  ella, en su soledad, la hacían sentirse alguien fuerte, con ganas de vivir, de luchar, de pelear y sentirse viva.

    Quizá para el resto sólo pudieran parecer tonterías, pero, para ella, eran momentos de reencuentro consigo misma, con la que un día fue y quizá nunca vuelva a ser. Momentos para recordar en lo más hondo de su memoria; momentos que la retrotraían a episodios que, en su día, la colmaron de felicidad y que, aun siendo irrepetibles por imposibles, siempre estarán marcados en su historia interior, en su actual felicidad y en la futura.

    Son momentos para ella y, por eso, sólo puede dar GRACIAS A LA VIDA, POR HABÉRSELOS MOSTRADO .