Siempre me ha sorprendido la facilidad con la que, en cuestión de segundos, se puede desplomar el duro trabajo que había sido consolidado con el tiempo.
Siempre he sido persona de fuertes sentimientos: quiero, aprecio, estimo, ignoro, pero todo intensamente. No odio intensamente, puesto que no se odiar. Los años me han dado la madurez y la serenidad para, simplemente, apartar de mi lado todo aquello que me hace daño ya sean personas o circunstancias. Lo cierto es que, a pesar de todo, hay cosas que siguen haciéndome daño.
Me gusta la sinceridad en la gente. Creo que, con educación, la sinceridad es el mayor de los tesoros de los que disponemos las personas. Si además la acompañamos de modestia, unas gotitas de racionalidad, y coherencia, la mezcla está completa. Agitamos bien el frasco y obtenemos la clase de persona de la que me encanta rodearme. Sólo pido una cosa: poder ser con cada persona como ella es conmigo.
Siempre procuro ayudar. No me importa ser la que dé más en cualquier tipo de relación, lo importante para mí es hacer el bien, ayudar y sentirme bien y en paz conmigo misma procurando, a la vez, hacer sentir bien a los demás. Y, a veces, esto se convierte en un defecto.
En ocasiones no he sido todo lo sincera que´, quizá, sólo quizá, debiera haber sido; puede que se haya debido al miedo a perder a esa persona que en su día me importó tanto, que tanto me daña ahora. Pero, lo peor de todo, es cuando percibes en distintas situaciones, pequeños detalles cargados de significado que otros se niegan a ver. Y, por no decirlo claramente, acaban siendo dañadas terceras personas.
La vida siempre nos pone a la gente en el camino por alguna razón, dicen que te lleva un minuto conocer a alguien, dos minutos convertirlo en tu amigo, tres minutos en quererlo y luego, toda una vida en olvidarlo. Sinceramente procuro no olvidar a nadie; nunca olvido situaciones que me han dañado,pero las recuerdo sin rencor... como una advertencia de lo que puede volver a ocurrir. Aún así, salgo lastimada porque la incoherencia, la falta de humildad y el desatino siguen apareciendo por los caminos de la vida, y sabes cuando te van a detener. Aún así les haré frente con toda la sinceridad, todo el buen hacer y toda la comprensión de que soy capaz.